Cuando escuchamos la palabra “misión”, es fácil pensar en viajes a otros países, gente predicando con un megáfono en la calle o actividades de iglesia una vez al año. Pero… ¿y si la misión es mucho más cercana que eso?
La misión empieza en el día a día. En cómo tratamos a las personas, en lo que compartimos, en estar atentos a lo que pasa a nuestro alrededor. No se trata solo de “hacer cosas” para Dios, sino de vivir con intención. Ser luz en medio de la rutina.
Y no, no tienes que ser un experto en Biblia, ni esperar a tener más tiempo o sentir que estás “listo”. Si amas a Jesús y estás dispuesto a dejarte usar, ya tienes lo que necesitas.
Algunas ideas simples para empezar:
- Ora por alguien que sabes que está pasando por un momento difícil.
- Ofrece tu ayuda sin que te la pidan.
- Escucha más de lo que hablas.
- Haz algo bueno sin esperar que lo noten.
La misión no es algo que hacemos de vez en cuando. Es cómo vivimos cuando seguimos a Jesús.