Tener relaciones sanas no significa que todo sea perfecto todo el tiempo. Pero sí significa que hay respeto, cuidado, honestidad… y espacio para crecer.
En tiempos donde todo parece superficial o rápido, necesitamos vínculos que vayan más allá del “todo bien” y que nos impulsen a ser mejores, no que nos hundan.
Una relación sana no es solo la que se ve linda en redes, sino la que te hace bien de verdad. La que te corrige sin destruirte. La que te escucha sin juzgarte. La que te acerca más a Dios, no que te aleja.
Pregúntate:
- ¿Con quién puedes ser tú mismo, sin máscaras?
- ¿Quién te anima cuando estás mal?
- ¿A quién puedes corregir con amor… y quién te corrige a ti sin herirte?
Y ojo, esto también es un espejo. No se trata solo de buscar buenas relaciones, sino de ser una buena persona para los demás también.
Cultivar amistades sanas toma tiempo, pero vale totalmente la pena.